Comunidad Luciana Denardi 29 de junio de 2021

Ana Kuo compartió historias de superación de migrantes chinas en el encuentro "Mujeres en las Colectividades"

La presidenta de la Asociación Cultural Chino Argentina participó del evento organizado por la Federación Argentina de Colectividades y sorprendió a los asistentes con sus relatos.

Ana Kuo participó como representante de la colectividad china.

Más de 40 personas se congregaron virtualmente el pasado sábado 26 de junio en un evento realizado por la Federación Argentina de Colectividades (FAC). Esta asociación, que se encuentra camino al cincuentenario, tiene como función la ayuda y promoción de la cultura de los migrantes, con el objetivo puesto en la integración y el progreso para crecer en sociedad.

El encuentro, que se hizo mediante Zoom, fue presidido por Susana Galván, actual Secretaria General de la FAC. También participaron Mariano Hernán Gutiérrez, defensor Auxiliar de la Defensoría General de la Nación y coordinador del equipo de Acceso a la Justicia, y Verónica Jaramillo quien está a cargo de la oficina de Lucha contra la Violencia de Género en Mujeres Migrantes del Ministerio de Género y Diversidades.

Las expositoras del evento fueron tres mujeres: Eliciana Nascimento, representante de la Colectividad brasileña; Vanessa Alanis Fuentes Oliver, en representación de México, y Ana Kuo, presidenta de la Asociación Cultural Chino Argentina (ACCA), representando a la colectividad china.

El título de la disertación fue "Mujeres chinas: inmigración, matrimonio, trabajo, vida íntima. De las dificultades iniciales a la estabilidad emocional". La misma fue presentada por la Dra. Luciana Denardi, quien destacó no sólo la calidez humana de Ana Kuo, sino también su ayuda en los casi diez años de trabajo con la migración china en Buenos Aires y la intensa labor que realiza para disminuir la discriminación hacia la Comunidad.

Para comenzar, Ana nos invitó a ponernos los lentes y ver desde una perspectiva sin prejuicios las ricas historias de cuatro mujeres que presentó.

Diana, una historia de progreso en Buenos Aires

La primera historia que narró fue la de Diana, de 42 años, que llegó en 1994 desde China junto a su papá para encontrarse con su mamá, que había llegado un año antes. Su primer trabajo fue de moza de un restaurante de tenedor libre en Constitución. Vivía en una habitación con sus padres, que vinieron sin dinero para invertir, simplemente con sus manos para trabajar.

Al poco tiempo lograron comprar el fondo de comercio del tenedor libre y la madre puso un restaurante en otra zona de la ciudad. Diana vivía en la extensión del local con su mamá. Desde su adolescencia hasta los 26 años pasaba el fin de semana trabajando. La habitación con olor a frito y siempre con ruido, los cocineros y el olor a fritura: esos son los únicos recuerdos de su adolescencia.

Luego conoció a Diego, un inmigrante taiwanés que residía en Zarate y viajaba para verla. Se casaron, según la costumbre, y Diana se fue a vivir a Zarate. La mamá, que había tenido que cerrar el restaurante y abrió un almacén, sufría una enfermedad, motivo por el cual Diana y su beba viajaban a ayudarla en el nuevo emprendimiento.

Diana decidió estudiar la Licenciatura en Comercio Internacional, pero su vida cambió radicalmente cuando su madre decidió cerrar el almacén. Fue entonces cuando la joven comenzó a trabajar con un abogado argentino que ayudaba a los migrantes chinos y no dejaba de sorprenderse al sentir tanta pobreza, analfabetismo y codicia salvaje entre sus compatriotas.

Si bien tanto ella como sus clientes son inmigrantes en esta tierra y compartieron la necesidad de trabajar mucho a su llegada, Diana siente que en la actualidad logró varias de sus metas: trabaja como profesional, gana dinero, puede tomarse vacaciones, viajar y crecer como persona. Sobre todas las cosas, puede darle a su hija la oportunidad de estudiar y proyectarse. Sin quererlo, hizo como sus padres al llegar a Constitución.

Xixi, de la infancia en China a la vida en Argentina

Otra historia que contó Ana Kuo es la de Xixi, a quien conoció cuando tenía 15 años y era su alumna de español. Ella llegó en el 2000 desde China, cuando tenía 14 años. Su madre y su hermana mayor ya vivían en Buenos Aires desde hacía siete años, mientras ella estaba con su abuela.

Xixi había nacido durante la época del control de natalidad y, por lo tanto, su nacimiento era ilegal: no podía estudiar ni viajar hasta regularizar su situación pagando una multa. Finalmente, cuando pudo hacerlo, partió para Argentina.

La joven viajaba regularmente a China de visita y en uno de los viajes conoció a su esposo, con quien se casó sin haber tenido tiempo para el noviazgo. Su condición económica de origen no era tan buena y, a pesar de saber que en la sociedad actual casarse con alguien rico y lindo enaltece la posición, decidió contraer matrimonio. Después de la boda, ambos se radicaron en Argentina. 

En la actualidad, Xixi se dedica al cuidado de sus dos hijos, sin presión y sin estrés. Se siente feliz porque aprendió a disfrutar la vida como un argentino, irse de vacaciones, llevar un ritmo más lento. Su marido quiere volver a vivir a China, a pesar de que a ella le gustaría quedarse acá. De todas formas, Xixi no se hace problema por esa diferencia de ideas.

Nancy, del propio rechazo a la integración

Nancy llegó a los 10 a la Argentina. Antes de dejar China, se enteró que había nacido en el país sudamericano. Supo entonces que cuando nació, en 1997, su madre la llevó a China y la dejó al cuidado de sus abuelos. Lo mismo sucedió con su hermano menor.

Ella cree que sus padres habían venido a Argentina en buscar de mejores oportunidades laborales. Él era cocinero y ella moza. Con el tiempo ahorraron, tuvieron su propia rotisería y pudieron traer a sus hijos.

Nancy recuerda el rechazo inicial del reencuentro con sus padres: sentía que convivía con dos extraños. Puertas adentro seguían hablando en chino y comiendo con palitos. Pero afuera se encontraba con otro idioma, otros rasgos. Conoció a su maestra particular que enseñaba no solo el idioma, sino que los llevaba a familiarizarse con su barrio.

Actualmente, la joven estudia Medicina. En el primer día de la carrera, el profesor dijo que "en medicina hay muchos grises, ni blanco ni negro", una frase que le abrió la mente: supo que puede ser argentina y china; que puede tener amigas argentinas pero no tomar mate ni ir a boliches; que puede armar planes y desarmarlos.

Sofía, un viaje personal desde Hubei hasta Argentina

Como cualquier estudiante de secundaria en China, Sofía rindió el gaokao (el examen de ingreso a la educación superior), pero no le fue tan bien y fue admitida por universidades de tercera línea. Por eso, tomó la decisión de irse muy lejos de su país: se anotó para estudiar español con la ilusión de cursar una carrera en Argentina.

Con 18 años, viajó desde Hubei hasta Argentina. Terminó el curso de español y entró a la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) para estudiar Turismo y Hotelería. En ese momento conoció a Claudio, un argentino que habla chino fluido y, con su ayuda, logró recibirse.

A los tres años de estar juntos pensaron en casarse, pero Sofía dudaba si la familia lo iba a aceptar. Un gesto de Claudio la conmovió, él le dijo: “Sofía, a partir de ahora te entregaré mis ingresos y serás la tesorera de la casa, como se acostumbra en China”. Eso fue un "sí" a un matrimonio mixto. Sin embargo, Sofía se preguntaba por el conflicto que podría llegar a generarse por la dote. Pero Claudio sorprendió a sus padres hablando en chino y, finamente, ellos priorizaron el amor de su hija por sobre el pago del dote.

Actualmente, Sofía disfruta del ritmo lento de Argentina. Dice que este país le enseñó que el tiempo sirve para saborear la vida. Mientras tanto, Claudio la alienta a ser más flexible y relajada, aunque a ella le cuesta, porque fue criada en China, con sus exigencias y estructuras.

Ana dejó fluir entre los asistentes las historias. Al final de su exposición, dijo: "La historia de las cuatro mujeres me mostró el poder de adaptación, el trabajo arduo de adultos, el tiempo que lleva adquirir los nuevos hábitos y lograr un lugar propio en este nuevo mundo, indispensable para lograr la estabilidad emocional".

Los asistentes comentaron que las historias eran encantadoras, que habían sido relatadas de manera amena y que eran verdaderos ejemplos de vida. 

Agradecemos a Natalia D' Ambrosio, representante de ACCA en la Federación Argentina de Colectividades, por su aporte para la participación en el Encuentro y la confección de esta nota.

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