Opinión Manuel Rodríguez y Espina 15 de noviembre de 2021

"Si la montaña no va al submarino, el submarino irá la montaña"

Manuel Rodríguez y Espina, politólogo y miembro del CEACh-Fsoc, analizó las tensiones que se generaron entre China y Estados Unidos por la colisión del submarino Connecticut en el Mar de China.

A principios de octubre, el submarino Connecticut, perteneciente a la armada estadounidense y que funciona a través de energía nuclear, colisionó con un objeto desconocido del relieve del Mar de China, reportando varios heridos, aunque todos fuera de peligro. Frente al hecho, los tripulantes fueron asistidos en la isla Guam, un archipiélago de dominio estadounidense ubicado en Micronesia, en el Pacífico occidental.  

Este submarino es el segundo de su clase en brindar servicio para la flota estadounidense y, si bien fue puesto en servicio en 1998, su tecnología es bastante avanzada dado que su sistema permite actualizarse a través del tiempo. “El Connecticut” es uno de los tres submarinos de la clase Seawolf de la flota de la Marina de Estados Unidos. Cada uno cuesta alrededor de US$ 3.000 millones para construirse y está tripulado por 140 marineros. 

A raíz de este incidente, las autoridades de Beijing han pedido explicaciones para saber por qué un submarino de esas características se encontraba navegando en esas aguas territoriales

Desde Washington aseguraron que era un movimiento de rutina y que el submarino se encontraba navegando en aguas internacionales, sin hacer mención de las causas que ocasionaron el accidente y de por qué un submarino de tan envergadura no pudo evitar dicho accidente. 

El Mar de China, una zona de conflictos

Lo cierto es que desde hace varios años el Mar de China Meridional es una zona de conflictos por las tensas relaciones que existen entre China y Estados Unidos. En este sentido, en algunas ocasiones Estados Unidos le ha proporcionado armamento militar a Taiwán y tecnología nuclear a Australia, lo cual ha generado mayor tensión. 

La geografía de esta zona marítima está caracterizada por islas naturales y artificiales con infraestructura procedente de Filipinas, Malasia, Vietnam y mayormente de China para el control de dicho espacio. 

El espacio en disputa no sólo es importante por el control militar, sino que es sumamente estratégico ya que por dicha zona pasa un tercio del comercio internacional y abastece a varios países de la zona de petróleo como, por ejemplo, a Japón. 

Cabe aclarar que unos meses antes del acontecimiento Estados Unidos y el Reino Unido firmaron un acuerdo para conformar la alianza AUKUS, cuya función principal era brindar tecnología para que Australia pueda desarrollar submarinos a propulsión nuclear similares al Connecticut. Esta alianza entre los países anglosajones no solo trata de armar al país del continente oceánico con capacidad nuclear, sino que pretende generar y aumentar mucho más las tensiones ya dadas en la zona sur del Mar de China

Sin embargo, dicha alianza resultó no ser gratuita. Estados Unidos y Australia han tenido que realizar una gran inversión para la dotación de submarinos con energía nuclear. Cabe aclarar que, previo a este acuerdo, el país australiano había negociado con Francia un acuerdo para la compra de doce submarinos, el cual fue cancelado y creó indignación, en un marco de reproches por parte del gobierno parisino, que exigía explicaciones y compensaciones por parte del gobierno de Washington por dicha maniobra y falta de comunicación entre países.

Las versiones cruzadas de Beijing y Washington

Por otro lado, según Zhao Lijian, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, "Estados Unidos ha enviado con frecuencia un gran número de buques y aeronaves militares al Mar de China Meridional para provocar problemas y mostrar su fuerza. Esas acciones han socavado la libertad de navegación en el Mar Meridional de China y han amenazado la soberanía y la seguridad de China y de otros países de la región, convirtiendo a Estados Unidos en la mayor fuerza de militarización del Mar Meridional de China". 

Un mes después del suceso, Estados Unidos sigue sin poder aclarar el hecho. A su vez, no ha dado cuenta aún de las consecuencias de tipo ambiental que el submarino haya podido traer en relación a su funcionamiento por propulsión de energía nuclear. No se han hecho declaraciones respecto al daño sufrido en el submarino.

Si bien los únicos heridos leves fueron los diez tripulantes del Connecticut, la colisión de este tipo de submarinos con tecnología nuclear sería de gravedad ambiental y generaría contaminación muy masiva. Se podría decir que, si el reactor nuclear hubiese fallado, el desastre ambiental habría sido casi irreversible y prácticamente habría llevado las tensiones entre las dos grandes potencias a niveles inimaginables.  

De acuerdo con lo explicitado en las líneas anteriores, el gobierno estadounidense toma el argumento de la libre navegación, utilizando de pantalla dicho accidente para velar el avasallamiento tanto del territorio chino como de los otros países asiáticos vecinos, generando tensiones y más conflictos en la zona que, de por sí, ya se encuentra bastante inestable en materia de diálogo.  

En este sentido, se podría concluir que esta clase de submarinos -construidos con cierto fin y para combatir a un enemigo ya inexistente, como lo fue la Unión Soviética- son vestigios de un excesivo armamento y control militar. Esto genera una provocación por parte del país norteamericano en el mar asiático, dificultando la calma tan deseada por todos los países de la región. No se trata únicamente de un choque de un submarino, sino de un choque a una estabilidad, hacia la paz que quieren muchos países vecinos y que otros se empecinan en atropellar mediante diversas acciones.

*Manuel Rodríguez y Espina es Politólogo por la Universidad de Buenos Aires y miembro del Centro de Estudios Argentina-China de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).

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