
Del asado a la milanesa: ¿Qué comen los migrantes chinos en Argentina?
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Un viaje de Xiamen a Kunming a bordo de un "gaotie", los famosos trenes chinos de alta velocidad. Risas, paisajes, mate y pancitos al vapor.
Puentes - Gastronomía07 de mayo de 2021 Lucía FernándezHace unos años, un amigo argenchino me dijo algo que me impactó: “En China hay cosas que nosotros no vamos a tener nunca”. Le respondí: "Ay, qué pesimista ¿por ejemplo?". “Un Gaotie 高铁 al aeropuerto”, remató. Los Gaotie son los trenes de alta velocidad en cuyo interior se comen más huevos, frutas, fideos instantáneos y semillas del mundo. Bueno, eso no lo sé, pero sí que viajan por el mapa de China a más de trescientos kilómetros por hora.
A la gente mayor de allá que se sube a un Gaotie se le ponen los cachetes colorados de entusiasmo. Es como un juguete soñado. Lleva en un tercio de horas a muchísimas personas a su lugar de ocio, trabajo o vieja casa. Yo, que soy de La Pampa y llegué a Buenos Aires poco a poco pero de grande, observé con detenimiento y curiosidad las migraciones internas y me gustó pensar, aunque no sea cierto ni lo avalen las estadísticas, que los chinos que vienen a Argentina ya eran migrantes...por sus abuelos, tíos, madres, primas, o por experiencia propia.
Viajar de Xiamen a Kunming fue en mi caso como el migrar de un pájaro, un movimiento conocido, hecho con anterioridad, aunque en otro paisaje. No me reten los que saben, viajar no es migrar, lo sé... Pero el modo de conocer China desde ella misma hizo que se parezcan. Yo habité Xiamen, y dejé de hacerlo para habitar Kunming. Acaso a muchos viajeros nos encante pensar que el hueco que habitamos no lo ocupa otra espalda, o que esa familia china nos quería mucho posta.
Xiamen es una ciudad preciosa de playa al sur de China. Kunming, una ciudad llena de árboles y lagos color turquesa ojos. Era obvio que el habitar uno y otro sitio sería distinto, sin embargo una suerte o un país me permitieron hacerlo a gusto. Tomé el tren de alto acero (literal gaotie 高铁) desde Xiamen hasta Guangzhou, donde paré a comer maravillas, y de ahí seguí a Kunming.
Compré el boleto del alto tren en un bajo puestito de una calle enrulada, a la que me llevaron del brazo dos señoras con personalidad de presidente cuando les pregunté dónde quedaba la boletería. Las tres sabíamos que estábamos cerca y que por su dialecto y mis ojos redondos no nos íbamos a entender, así que me escoltaron amorosamente. Eso le debe pasar a muchos chinos estudiosos del español de España que caen en Córdoba, por ejemplo.
El puestito donde vendían boletos era más que un carrito de pochoclos pero menos que una farmacia... Se parecía más bien a un puesto de quiniela de esos porteños que pasan las carreras de caballo en tele y afuera hay unos tíos o abuelos con cara de preocupación o gloria. En muchos países no, pero en Argentina bien podría venderse un boleto de alto tren que no tendremos nunca, o pronto, o quién sabe en un lugar así, de modo que entré. Antes sonreí a las señoras y agradecí en putonghua haciendo aspavientos, y se fueron contentas como cuando uno hace algo bien por alguien... O sea, más contentas por ellas que por mi “alto tren”.
Pedir el boleto fue simple. Una larga tira de mímica que hubimos de hacer para elegir el vagón y el asiento completó la escena. Mis amigos me despidieron con licor de arroz y cerveza mientras pelábamos semillas dulces de girasol, y me dieron muchos sobrecitos de café con leche para el camino. Lo dulce y lo salado no es algo que sirva para partir sabores en China. Posiblemente todo lo que imaginamos salado sea allá dulce o picante, y todo lo que imaginamos champú sea crema de enjuague (¡los potes y las tapas están al revés!).
A los paisajes del sur desde la ventana del Gaotie no me los olvido nunca, hice amigos y me convidaron pancitos al vapor que comí con mate y huevos duros hervidos con salsa de soja. El movimiento mecedor del tren acompañó perfecto la nostalgia de lo que ya no iba a ser, yo en Xiamen o en Shanghái, Chongqing, Qingdao, Guangzhou, Anhui...
Cada vez que alguien prepara una sopita de esas en vaso que ahora están de moda en todas partes, me acuerdo del tren que me llevó de viaje por China y por mí, porque viajar es siempre por uno mismo.
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