Un recorrido por la primera escuela pública donde los niños aprenden chino y español a la vez

"Los Patos" está ubicada en el barrio porteño de Parque Patricios. Allí, niños y niñas construyen un espacio común entre China y Argentina, un lugar único de encuentro de tradiciones y lenguas.

Puentes - Educación 20 de mayo de 2021 Florencia Sartori
patos

Es el primer día que visito esta escuela como investigadora, con el objetivo de conocer sus dinámicas; ya vine antes una vez, pero fue a entrevistarme con los directivos. Hoy, en cambio, vengo a ver las clases y los alumnos. Llego y me formo en el patio techado. Miro a mi alrededor y, si bien las condiciones edilicias son mucho mejores que las de la escuela a la que yo fui, hay algo que me recuerda a mi escolaridad. Esta también es una escuela pública y acá también los inmigrantes y descendientes de migrantes tienen la oportunidad de aprender y de formarse. Las maestras del nivel inicial llaman a dos chicos a izar la bandera y todos en el salón cantan: “Las banderas de la Tierra, todas juntas cuántas son. No son blancas ni celestes, como la que quiero yo. Unas tienen un escudo, otras tienen un león, otras tienen las estrellas y la mía tiene un sol. ¡Viva, viva que la mía tiene un sol!” Increíblemente, después de más de treinta años, la canción que usa en el jardín para izar la bandera es la misma que cantaba yo. 

Estoy en la Escuela Inicial N. 11 del Barrio de Parque Patricios que, junto con la escuela primaria 28, forman la escuela de inmersión dual bilingüe chino español o, “Escuela Los Patos”. La particularidad de esta institución, que comenzó a funcionar en el año 2014 en la Ciudad de Buenos Aires, es que sus clases se dan en dos lenguas: chino y español. En todos sus cursos la población es equilibrada, es decir, se espera que la mitad de los alumnos sean de ascendencia china mientras que la otra mitad no tenga esa ascendencia (en general, se trata de alumnos con padres argentinos o migrantes de países limítrofes). 

Además, todos los cursos son dictados por dos maestras: una que habla putonghua (chino mandarín) en clase y otra que habla español. Es decir, los alumnos de esta escuela no solo aprenden matemática, lengua, Ciencias Naturales y música en español, sino que también lo hacen en chino. En una de las clases a las que asistí se explicó, en chino, el método científico y cómo probar hipótesis: los alumnos de segundo grado habían tenido que probar en su casa qué elementos se hundían en un vaso con agua y cuáles no.

El proyecto de la escuela fomenta que la enseñanza sea recíproca, es decir, que los estudiantes se apoyen en la lengua que más conocen para aprender la otra, pero también y, creo más importante, que los alumnos y maestras se apoyen entre sí para mejorar día a día. 

Un hecho no menor es que se trata de la primera escuela pública en Argentina en la cual una lengua de inmigración se utiliza como lengua de instrucción, es decir, como la lengua en la que se dan las clases. Esto no pasó con las migraciones italianas, españolas ni francesas de principios del siglo XX. En esos casos, en general se esperaba que los migrantes aprendieran español y se creía que para que ello ocurriera era mejor que dejaran de hablar su lengua familiar. Lo mismo ocurrió durante muchos años con las personas que hablaban lenguas indígenas; es recién con la reforma de la Constitución Nacional que se les reconoce el derecho a aprender su propia lengua a través de la “Educación Intercultural Bilingüe”. En esta línea, la escuela Los Patos acompaña los cambios culturales que se dieron en Argentina en torno a la inclusión, al menos en lo que respecta a las oportunidades educativas.  

Quizás lo más interesante de esta escuela no es que los descendientes de chinos pueden usar la lengua en clase, que aprenden literatura, matemática y otras materias en esta lengua o que los padres pueden encontrar siempre una maestra con quien hablar y solucionar las dificultades, sino que permite que niños que de otra manera no tendrían contacto con la cultura china, aprendan y conozcan ese país. En los recreos, los chicos juegan juntos; en las aulas los que hablan mejor chino ayudan a los que están recién aprendiendo y los que pueden hablar muy bien las dos lenguas ayudan a los nuevos a hacerse entender. Recuerdo que en agosto una chica, recién llegada de China, se incorporaba al curso y estaba triste. La maestra le preguntó en español qué le pasaba; la chica respondió que extrañaba a su mamá. En ese momento la maestra que hablaba chino no estaba en el curso; entonces, entre los compañeros le tradujeron a la maestra y luego, traducían lo que la maestra les decía.

Hay dos niñas en particular que recuerdo de mis mañanas y tardes en Los Patos. Una de ellas hablaba muy poco español, sin embargo, siempre se acercaba a mí y quería dibujar en mis apuntes. La otra hablaba muy bien español y chino, su mamá es argentina y su papá es chino. Una mañana se colocó una vincha que tenía un velo que dejó caer sobre su cara, miró hacia atrás, donde estaba yo y me explicó: “en China, la gente cuando se casa se pone esto. En chino se llama “头纱 [tóu shā, velo]”. Con esa indicación me enseñó más que todo lo que pude aprender viajando de China a Argentina: que es posible construir un espacio común, un lugar de encuentro entre tradiciones y lenguas. 

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